Huye del demonio de la lujuria

demonio de la lujuria

El pecado de impureza ejerce un fuerte control sobre la humanidad, siendo la reincidencia una triste realidad. Superar esta pasión por la lujuria puede resultar desafiante una vez que ha tomado el control de una persona. Es un destino lamentable para un alma redimida por la sangre de Cristo verse sometida a este pecado, aparentemente incapaz de vencerlo. Es particularmente doloroso ver a un joven atrapado en las garras de la lujuria.

Las pasiones humanas a menudo incitan con fuerza hacia el pecado, y el mundo nos presenta constantemente tentaciones para hacernos caer. Sin embargo, uno de los enemigos más formidables es nuestro propio cuerpo. La pasión de la lujuria es avasalladora y no renuncia fácilmente a su presa.

Cuando uno cae en el pecado, es crucial reflexionar serenamente sobre las consecuencias de esa caída. La confesión es un camino para purificar el alma, y es fundamental alejarse resueltamente de todas las ocasiones de pecado. La frecuente participación en los sacramentos puede fortalecer la voluntad del individuo. Vencer esta pasión, incluso si parece dominarnos, es indudablemente difícil, pero no debe considerarse imposible. La palabra «imposible» no existe en el léxico cristiano.

La falta de pudor y modestia en el comportamiento y la vestimenta es un claro indicio de que la pureza se ha perdido. Aquellos que están sumidos en la lujuria a menudo no otorgan importancia a los detalles y sutilezas que conforman la modestia y el pudor. Consideran estas cuestiones como irrelevantes o incluso ridículas.

Una señal evidente de la corrupción en nuestra sociedad es la falta de recato y pudor en el modo en que nuestros jóvenes se visten y se comportan en público. Nuestras costumbres han perdido la marca de la honestidad y la decencia que solían tener, porque la juventud actual no ha mantenido la pureza.

El pecado de la lujuria tiene la capacidad de degradar y envilecer al ser humano, corrompiendo su corazón. Quienes están atrapados en esta pasión son incapaces de reconocer ideales nobles y elevados. Les resulta difícil entusiasmarse por causas altruistas o comprender la belleza de la virtud.

Nuestra sociedad se ve afectada por la corrupción y nuestra juventud a menudo se ve atrapada en los lazos del vicio de la lujuria. Es un llamado a la reflexión y a buscar la purificación del alma, para restaurar los valores de la modestia, la decencia y la pureza en una sociedad que parece haberlos perdido.