Ageo

AGEO

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Ageo

Con Ageo (en hebreo Haggai) empieza el periodo postexílico de la profecía de Israel, en el cual le acompañará Zacarías y le sucederá, casi un siglo más tarde, Malaquías. Como muchos otros de los profetas menores, Ageo no es conocido más que por algunas pocas noticias. Sus cuatro discursos se refieren todos al segundo año de Darío I (520 a. C.), y fueron pronunciados en menos de cuatro meses (cf. 1, 1; 2,11 y 21).

Su nombre como el de Zacarías se menciona en Esdras 5, 1 y 6, 14, y allí vemos, como en los profetas anteriores, el ambiente decaído de los “restos” de Israel vueltos de Babilonia (tribus de Judá y Benjamín), que estos enviados de Dios trataron de levantar en aquel periodo, y que tan lejos estaba de la restauración soñada según los vaticinios de los profetas. En el orden político Israel estaba sometido a la tiranía extranjera; en el religioso y moral, reinaba la horrible decadencia que Malaquías enrostra a sacerdotes y pueblo, al que el mismo Ageo condena por su impureza (2, 10 ss.) y por su indiferencia en construir el nuevo Templo (1, 4 ss.), que debería haber sido el objeto de todas sus ansias, según las esplendorosas promesas del profeta Ezequiel (cf. Ezequiel 40, 1 ss.). Época “penosa y aún dolorosa, porque la teocracia hallaba, de parte de los hombres, muchos obstáculos para salir de sus ruinas, y el desaliento se había apoderado de los judíos, también del punto de vista religioso” (Fillion). Véase Esdras 1, 2 y nota.

En el primer discurso (1, 2-2, 1), Ageo exhorta a los judíos remisos en reanudar la reconstrucción del Templo; en el segundo (2, 2-10) consuela a ¡os que habían visto la gloria y magnificencia del Templo salomónico; en el tercero (2,11-20), anuncia la bendición de Dios y la futura gloria del Templo; en el cuarto (2, 21-24), se dirige a Zorobabel prometiéndole recompensa divina y fortaleciéndole con la promesa del reino mesiánico futuro, “con lo cual se ve una vez más que esta restauración precaria de aquellas pocas tribus, que tanto había de sufrir aún en tiempos de los Macabeos, y caer luego en el deicidio y la total dispersión, no era sino figura de aquella otra que constituía la esperanza de Israel”. Véase Sofonías 3, 20 y nota.

La Iglesia conmemora a Ageo jumo con el profeta Oseas el día 4 de julio.

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Ageo 1

Exhortación a reconstruir el Templo

1 [9680] El año segundo del rey Darío, en el mes sexto, el día primero del mes, llegó la palabra de Yahvé por medio del profeta Ageo, a Zorobabel, hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y a Jesús, hijo del Sumo Sacerdote Josedec, en estos términos:

2 [9681]

“Así habla Yahvé de los ejércitos: Este pueblo dice: «No ha llegado aún el tiempo; el tiempo de reedificar la Casa de Yahvé».”

3 Entonces habló Yahvé, por medio del profeta Ageo, diciendo:

4 [9682] “¿Ha llegado acaso para vosotros el tiempo de habitar en vuestras casas artesonadas, en tanto que esta Casa está en ruinas?

5 Pues, así dice Yahvé de los ejércitos: Reflexionad sobre vuestro proceder.

6 [9683] Habéis sembrado mucho, y recogido poco; coméis, y no os hartáis; bebéis, y no apagáis la sed; os vestís, y no os calentáis; el que gana salario, lo echa en saco roto.

7 [9684] Así dice Yahvé de los ejércitos: Reflexionad sobre vuestro proceder.

8 [9685] Subid al monte, traed maderas y reedificad la Casa, y Yo me complaceré en ella y seré glorificado, dice Yahvé.

9 Esperabais mucho, y he aquí que (cosechasteis) poco; y lo trajisteis a casa, mas Yo soplé en ello. ¿Por qué?, dice Yahvé de los ejércitos. Porque mi Casa está en ruinas, mientras cada uno de vosotros se da prisa para (reconstruir) su propia casa.

10 Por eso, por vuestra culpa el cielo detiene el rocío, y la tierra no da su fruto.

11 [9686] Pues Yo llamé la sequía sobre la tierra; sobre los montes y sobre el trigo; sobre el mosto y sobre el aceite; sobre cuanto produce la tierra; sobre los nombres y sobre las bestias, y sobre toda labor de manos.

Efectos de la exhortación

12 [9687] Zorobabel, hijo de Salatiel, y el Sumo Sacerdote Jesús, hijo de Josedec, y todo el resto del pueblo, escucharon la voz de Yahvé, su Dios, y las palabras del profeta Ageo, todo lo que Yahvé, su Dios, le había encargado decir; y el pueblo temió a Yahvé.

13 Entonces Ageo, enviado de Dios, habló por orden de Yahvé al pueblo, diciendo: “Yo estoy con vosotros”, dice Yahvé.

14 Y despertó Yahvé el espíritu de Zorobabel, hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y el espíritu de Jesús, hijo del Sumo Sacerdote Josedec, y el espíritu de todo el resto del pueblo; y vinieron y trabajaron en la reconstrucción de la Casa de Yahvé de los ejércitos, su Dios.

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Ageo 2

Gloria del nuevo Templo

1 [9688] Era el día veinticuatro del mes sexto del segundo año del rey Darío.

2 El veintiuno del mes séptimo, habló Yahvé, por boca del profeta Ageo, en estos términos:

3 “Habla a Zorobabel, hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y al Sumo Sacerdote Jesús, hijo de Josedec, y al resto del pueblo, y diles:

4 [9689]

¿Vive entre vosotros aún un hombre que haya visto esta Casa en su gloria anterior? ¿Y qué tal os parece ahora? ¿No es a vuestros ojos como nada?

5 Ahora, pues, cobra ánimo, oh Zorobabel, dice Yahvé. Cobra ánimo, oh Jesús, hijo de Josedec, Sumo Sacerdote; cobra ánimo, pueblo todo del país, dice Yahvé. ¡Y manos a la obra! pues Yo estoy con vosotros, dice Yahvé de los ejércitos.

6 [9690] Por el pacto qué hice con vosotros cuando salisteis de Egipto, mi Espíritu está en medio de vosotros. No temáis.

7 [9691] Porque así dice Yahvé de los ejércitos: Una vez más, y esto dentro de poco, conmoveré el cielo y la tierra, el mar y los continentes.

8 [9692] Conmoveré todas las naciones, y vendrán los tesoros de todos los pueblos, y henchiré de gloria esta Casa, dice Yahvé de los ejércitos.

9 [9693] Mía es la plata, mío el oro, dice Yahvé de los ejércitos.

10 [9694] Grande será la gloria de esta Casa; más grande que la primera será su postrera, dice Yahvé de los ejércitos; y en este lugar daré la paz, dice Yahvé de los ejércitos.”

Causas de las calamidades

11 El día veinticuatro del mes noveno del año segundo de Darío, habló Yahvé por boca del profeta Ageo, en estos términos:

12 “Así dice Yahvé de los ejércitos: Propón a los sacerdotes esta cuestión legal:

13 [9695] Si uno lleva carne sagrada en una falda de su vestido, y toca con esa su falda pan, o un guiso, o vino, o aceite, o cualquier clase de comida, ¿quedarán acaso santificadas estas cosas?” Respondieron los sacerdotes y dijeron que no.

14 Luego dijo Ageo: “Si uno está inmundo por (haber tocado a) un muerto y toca alguna de estas cosas, ¿quedarán éstas inmundas?” Respondieron los sacerdotes y dijeron: “Quedarán inmundas.”

15 [9696] Entonces Ageo tomó la palabra y dijo: “Así es este pueblo, y así es esta nación, delante de Mí, dice Yahvé; y así son todas las obras de sus manos; inmundo es lo que me ofrecen en este lugar.

16 Mirad ahora (lo que sucederá) desde este día en adelante: Antes de poner vosotros piedra sobre piedra en el Templo de Yahvé,

17 [9697] cuando uno iba a un montón de veinte había solamente diez (medidas), cuando iba al lagar para sacar cincuenta, había solamente veinte,

18 porque Yo os castigué con tizón y añublo y granizo, (destruyendo) todas las labores de vuestras manos; y con todo no os volvisteis a Mí, dice Yahvé.

19 Pero mirad (lo que sucederá) desde este día en adelante, desde el día veinte y cuatro del mes noveno, desde el día en que han sido echados los cimientos de la Casa de Yahvé. ¡Miradlo bien!

20 [9698] La semilla está todavía en el granero; la vid, la higuera, el granado, el olivo no han dado aún su fruto, pero desde este día haré Yo mi bendición.”

Distinción de Zorobabel

21 [9699] Habló Yahvé a Ageo por segunda vez, el día veinte y cuatro del mes, diciendo:

22 “Habla a Zorobabel, gobernador de Judá, y dile: Yo conmoveré el cielo y la tierra;

23 trastornaré el trono de los reinos y destruiré el poder de los reinos de los gentiles, volcaré los carros y sus ocupantes, y caerán los caballos y los que en ellos cabalgan, los unos por la espada de los otros.

24 [9700] En aquel día, dice Yahvé de los ejércitos, te tomaré, oh Zorobabel, hijo de Salatiel, siervo mío, dice Yahvé, y te haré como anillo de sellar, porque Yo te he escogido”, dice Yahvé de los ejércitos.

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Comentarios de Mons. Straubinger

* 1. Darío. Se trata de Darío I Histasptes (521-485), que dio a los judíos el permiso de continuar la reconstrucción del Templo, empezada 16 años antes por los regresados del cautiverio. Zorobabel, descendiente del rey Jeconías, era jefe político de los regresados. Véase Esdras 1, 8 (donde Zorobabel es llamado Sesbasar); 2, 2. Jesús (Josué) el primer Sumo Sacerdote, después del cautiverio.

* 2. Habían erigido un altar, como se lee en Esdras 3, 1 ss. y ofrecían el sacrificio perpetuo; hacían asimismo preparativos para la reconstrucción de la Casa del Señor, más por diversos factores, en primer lugar por razones políticas (oposición de los samaritanos), dejaron de trabajar.

* 4. El mismo Dios deshace los argumentos del pueblo que decía que era imposible hacer construcciones (versículo 7). Si esto fuese verdad, dice Dios, ¿por qué levantáis vuestras propias casas y no esta Casa, la mía? Véase el versículo 9 y nótese el contraste con el espíritu del rey David, que, a la inversa, no se resignaba a tener casa para él. mientras no la hubiera para el Señor (II Reyes 7, 2; 24, 24; I Paralipómenos 21, 24 s.; 29, 2 ss.; Salmo 131, 2 ss.). Y eso que las tribus vueltas del cautiverio habrían debido desear con ansia la reconstrucción del Templo, si es que la vinculaban a las esperanzas mesiánicas. Cf. Ezequiel 43, 10 s.

* 6. Todos los trabajos han resultado infructuosos, la cosecha es insuficiente, una sequía azota el país (versículo 11). Cf. Lev. 26, 28; Oseas 4, 10; Miqueas 6, 14 s. Todo esto es un castigo de Dios porque se han olvidado del Templo. Véase Mal. 3, 9 ss. ¿De qué les servía tanto esfuerzo? Cf. Eclesiástico 51, 35; Mateo 6, 33 y notas.

* 7. Véase análoga expresión en 2, 16 y 19.

* 8. Yo me complaceré en ella, etc.: Se trata aquí de un motivo para excitar el celo del pueblo. Véase 2, 10 y nota.

* 11. En todo este pasaje se ve una vez más cómo los fenómenos de la naturaleza son obra de la activa providencia de Dios, y nada hay en ellos que Él deje al azar, de tal manera que el observarlos, el gozarlos con gratitud y el acatarlos con ánimo filial, es para nosotros un continuo motivo de oración, admiración y obediencia a nuestro Padre celestial. Véase Jeremías 14, 22; Salmo 8, 2; Daniel 4, 14 y notas. Cf. Apocalipsis 6, 6.

* 12 ss. La amonestación del profeta surtió efecto. Todos obedecieron la palabra de Dios anunciada por Ageo, y no sólo los príncipes y sacerdotes sino todo el pueblo reanudó la reconstrucción de la Casa del Señor. Mas el efecto fue transitorio como en el caso de Nínive. pues cayeron luego más gravemente, como se ve en los Libros de Esdras y Nehemías, los cuales deben leerse junto con el presente y con los de Zacarías y Malaquías, pues todos tratan del mismo período.

* 1. En el hebreo está este versículo al final del capítulo anterior.

* 4 s. Vivían todavía algunos que habían visto la majestad del primer Templo, destruido por Nabucodonosor en 587, en comparación con el cual éste segundo parecía como nada. Cf. Esdras 3, 12-13 y nota. El profeta alienta de nuevo a los príncipes y al pueblo.

* 6. Dios les recuerda el pacto del Sinaí en que los hizo su pueblo escogido. (Éxodo 19, 5 s.).

* 7. Dentro de poco: “Faltaba algo más de quinientos años hasta el nacimiento de Jesucristo, y llamase un poco de tiempo con respecto a la eternidad de Dios” (Paramo). Cf. La expresión “dentro de poco” en Juan 16, 16 y nota. Véase la explicación que de este verso da San Pablo en Hebreos 12, 26 ss. Conmoveré, etc.: Los profetas pintan con estas imágenes de revolución terrestre y cósmica el juicio y la segunda venida de Cristo. Véase Isaías 13, 10; 34, 4; Jeremías 4, 23; Daniel capítulo 7; Joel 2, 30 s.; Apocalipsis 6, 12; cf. Mateo 24, 29. Fillion observa a este respecto que “la mayoría de los profetas, suponen, cuando anuncian la era mesiánica, que ella será precedida de grandes perturbaciones en el mundo pagano, para llevarlo a doblegarse bajo la ley del verdadero Dios”; y agrega que “esas perturbaciones son simbolizadas bajo la fisura de revoluciones producidas en el mundo material. Cf. Isaías 2, 2; 11, 10 ss.; 19, 16 ss.; 24, 1 ss.; 60, 1 ss.; Daniel 2, 3645; 7, 2 ss.; Joel 2, 30 ss.; Miqueas 4, 1 ss., etc.”.

* 8. Los tesoros de todos los pueblos. Realmente los reyes persas y los jefes de otros pueblos enviaron regalos y ofrendas para el nuevo Templo. Mas el vaticinio va más allá del restaurado reino judío (véase Salmo 67, 30; Isaías 60, 5 ss.), siendo su sentido mesiánico, como lo afirman muchos Padres, siguiendo la versión de la Vulgata: Vendrá el Deseado de todas las gentes. Este “deseado de todas las gentes” es, en sentir de ellos, Aquel mismo que Jacob llama según la Vulgata la esperanza de las naciones y el deseo de los collados eternos (si bien el hebreo da también allí un sentido diferente, como puede verse en Génesis 49, 10 y 26; Ezequiel 21, 27 y notas). Los Setenta traducen: los elegidos de entre los pueblos: lo que, en opinión de San Cirilo Alejandrino, querría decir que los mejores de los paganos se convertirán.

* 9. Mía es la plata, mío el oro: San Agustín parte de estas palabras para inculcar a los ricos los deberes sociales y dice: “Si el oro y la plata son de Dios, esto quiere decir que cuando Dios os manda dar a los pobres, os manda dar lo que es suyo; y cuando hacéis limosna, lo hacéis con fondos que os prescribe distribuir, y no con lo que os pertenece” (De Moribus). Pues Dios es el dueño de todos nuestros bienes, y nosotros somos sus administradores.

* 10. No obstante lo expuesto en la nota al versículo 20 sobre el rechazo que Israel había de hacer del Enviado, y que quitó a este segundo Templo la plenitud de la gloria que había de tener, es claro que el solo hecho de que Jesús entrase en él desde Niño (Lucas 2, 46 ss.) y predicase en él hasta el fin (Mateo 23), constituyó para ese Templo una gloria inmensa, si bien no definitiva según anunciaban los profetas (cf. Ezequiel 20, 40; 37, 26 ss.; 43, 7-9; 44, 4; Jeremías 33, 17 ss.; Tobías 13, 12 y nota), pues el mismo Jesús había de llamarlo, al menos por dos veces, mercado (Juan 2, 16) y guarida de ladrones (Mateo 21, 13 y nota), y predecirle su total destrucción (Mateo 24, 1 ss.) por no haber reconocido Israel “el tiempo de «u visita” (Lucas 19, 44). Tal vaticinio del divino Profeta se cumplió por los romanos el año 70, con esa destrucción, que aún perdura, porque el Templo no se levantó más y el pueblo judío vive disperso por et mundo entero, aunque una parte ha vuelto al país de sus padres (cf. Éxodo 25, 4 y notó). Daré la paz: De acuerdo con todo el conjunto de las profecías, la era del Cristo debía ser una era de paz. Cf. Miqueas 5, 4. Sobre Cristo como príncipe de paz, véase Salmo 71, 7; 84, 10; Isaías 9, 6; Miqueas 5, 5; Ezequiel 37, 26.

* 13 s. Cf. Lev. 6, 20 s.; Números 19, 22 s. Crampón aduce el ejemplo de la naturaleza, en que un fruto sano, en contacto con otro picado, no puede sanar a éste, sino que a la inversa, se pica él también. Véase Mateo 13, 21, cuya interpretación se vincula con este concepto.

* 15. Se aplica lo que precede al pueblo judío. Este es semejante a un hombre inmundo que ha contraído impureza legal por contacto con un cadáver, de manera que todo lo que toca o hace queda inmundo, porque la inmundicia es contagiosa, en contraste con la santidad que no se comunica automáticamente (versículo 13). La inmundicia consiste en la indolencia que acaban de mostrar respecto a la reconstrucción del Templo. Por eso Dios considera todas sus obras como inmundas. Hay en esto una honda doctrina espiritual: Todo lo que no viene del corazón sencillo, es decir, recto y sin doblez, desagrada a Dios (véase Juan 1, 47 y nota). (Mencionemos de paso que algunos expositores ven en la inmundicia a los samaritanos cuyo contacto hacía impuros a los judíos (cf. Esdras 4, 1 ss.).

* 17 ss. Se refiere a las malas mieses que obtenían, a causa del escaso interés en la reconstrucción del Templo. Desde aquel momento en que continúen reedificando la Casa del Señor, la tierra les dará sus frutos. Cf. versículo 20; Isaías 5, 10.

* 20. La vid, la higuera, etc.: Todo debía hacer florecer el divino Padre (cf. Cantar de los Cantares 7, 12; Oseas 2, 14 ss., etc.) cuando viniese Jesús, el Deseado (versículo 8), en quien tenía Él todo su gozo (Mateo 17, 5) y por quien hizo todas las cosas (Hebreos 1, 2). Pero esas bendiciones prometidas a Israel quedaron en suspenso, porque el Ungido vino a su pueblo y él no lo recibió (Juan 1, 11). Para entender rectamente las profecías no puede perderse de vista este punto gravísimo del rechazo del Mesías, que lo convirtió en piedra de tropiezo, cosa que la misma Escritura llama asombrosa (Salmo 117, 22 y nota). El que vino para ser Salvador y príncipe de Israel (Miqueas 5, 2; Lucas 1, 32; Mateo 25, 31) fue motivo de su ruina, como lo anunció Simeón (Lucas 2, 34). De ahí el asombro de Pedro cuando Jesús le anuncia su Pasión (Mateo 16, 21 ss.), y de ahí que los discípulos lo aclamaran el domingo de Ramos como ya triunfante (Marc. 11, 10), y no comprendieran, hasta que Jesús mismo se lo explicó después de su Resurrección (Lucas 24, 25 ss.), que era necesario que Él padeciese antes de entrar en esa gloria con que lo presentaban los profetas (Jeremías 23, 5 ss.; Ezequiel 37, 22, 25; cf. Isaías 60, etc.), y que también esa Pasión y Muerte del gran Rey estaba anunciada (cf. Isaías 53; Salmo 21 y 68, etc.), lo mismo que su Resurrección (Hechos capítulos 3 y 13), porque Dios no podía ignorar que Israel rechazaría al Salvador que Él le mandaba; así como en el caso de Adán, aunque Él no lo creó para que pecase, no podía ignorar que iba a pecar. Véase Isaías 35, 5; Zacarías 3, 7 y nota; Mateo 11, 12; Hechos 3, 22 y 26; I Pedro 1, 3 y notas.

* 21. Termina el Libro de Ageo con una promesa esplendorosa, y concordante con las de muchos otros profetas: los reinos paganos desaparecerán, más Zorobabel y su descendencia vivirán en paz y seguridad, esperando la salud prometida. Anuncio evidentemente mesiánico, pues sabemos que históricamente sucedió algo muy distinto. Cf. versículo 7, 10 y 20 y notas.

* 24. Como anillo de sellar; que era guardado cuidadosamente; su portador nunca se separaba de él y lo llevaba siempre consigo. Véase Génesis 41, 42; Jeremías 22, 24; Cantar de los Cantares 8, 6. Siervo y escogido son epítetos mesiánicos, por lo cual San Jerónimo considera a Zorobabel como figura de Cristo, y realmente parece que en este notable pasaje relativo al último príncipe descendiente de David, caudillo de Judá (Esdras 2, 2) y restaurador del culto de Dios (cf. 1, 14; Esdras 3, 2 y 8; Nehemías 12, 46), a quien se dirige ante todo la profecía de Ageo (cf. 1, 1; 2, 3) y también la de Zacarías (Zacarías 4, 6-10), se escondiese también algo del misterio davídico y mesiánico que anotábamos en Isaías 32, 1 y nota; Ezequiel 46, 16 ss. Crampón comenta a este respecto: “El sello tiene una gran importancia entre los orientales: atestigua el derecho de su poseedor y certifica sus voluntades. Dios cuidará de Zorobabel como de una cosa de gran precio; hará de él el instrumento de sus voluntades, el agente fiel de sus decretos frente a su pueblo y frente al mundo entero, y hará propia la obra de su siervo, como obra privilegiada suya.” El Eclesiástico habla también de Zorobabel (y del sacerdote Jesús, hijo de Josedec) en términos ditirámbicos, lo mismo que Zacarías, y lo llama, como aquí anillo. Véase Eclesiástico 49, 13; cf. Mateo 1, 12.